domingo, 17 de enero de 2010

Ni una cosa ni la otra

Por Santiago Espel

Miento si digo que intenté la revolución.
No es verdad que puse una mesa patas arriba.
Tampoco le dije mire váyase a mi ex suegra.
No mordí la mano que me dio de comer.
Menos cierto es que estuve preparado
para rechazar los honores que nunca me dieron.
Y además, debo confesarlo, me costó
diferenciarme de los conspiradores.
En fin, que como multitud, fui un adicto del deseo.
Que como no pocos, transgredí con permiso.
Fui un tentado. Un idiota revulsivo. Un asco.
Eso sí: no vengan a decirme que todo esto me resbala.
No me vengan con el cuento
de que estoy grande para prender la mecha.
Menos que menos ustedes, jóvenes, viejos peripatéticos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Craneos