Por Patricio Suárez Area

Transcurrieron las elecciones. No hay más disparos. Llegó el diálogo, pero todavía se están acomodando las piezas. Los que eran aliados antes de los comicios ahora se alejaron y una de las partes apunta a hegemonizar el aparato de poder más importante, que está en el gobierno, en la oposición y en todos lados, mientras que los que están en el gobierno mutan de la confrontación al aperturismo y buscan no perder la estabilidad después de que parte de la tropa, desde 2003 bajo su mando, le diera ahora la espalda, tijeras mediante, y se alineara bajo alguna de las otras alas, que sin embargo en 2003 diera el espaldarazo para que llegara al poder el binomio que ahora intenta llegar a 2011 lo menos herido posible, abriendo las puertas de la Rosada a quienes en los discursos de campaña fueron sus más acérrimos enemigo. Peronismo puro, del que Perón (al menos uno de los Perón, el primero, seguramente) quizás no simpatizaría mucho.
Detrás (o adelante... ¿quién maneja la batuta en las democracias liberales burguesas?), vienen los industriales, los millonarios empresarios del agro, los grandes medios de comunicación... reclamando devaluación, insistiendo con cada vez menos controles a las exportaciones, defendiendo con uñas y dientes el decreto-ley de radiodifusión firmado por Videla, Harguindeguy y Martínez de Hoz. Y ya no hay discurso progre que pueda defender con demasiado mérito los pasos adelante dados desde 2003. El vaciamiento de la política impregnado por el proyecto continental de las dictaduras terroristas de los setenta, impulsadas éstas desde Washington, todavía deja secuelas que no se remedian con un par de madres de plaza de mayo en un palco oficial. No es poco, pero es insuficiente.
Proclamar la guerra a las patronales agropecuarias, mientras se aprovecha la bonanza de la soja para hacer caja, y “el yuyito” se extiende sin piedad por lo largo y ancho del suelo patrio; descolgar los cuadros de los genocidas Videla y Bignone en el Colegio Militar, mientras las fuerzas de seguridad del Estado llevan aniquiladas más de mil personas en estos seis años, la mayoría jóvenes en situación de pobreza, y un testigo del juicio a otro genocida, Miguel Etchecolatz, está desaparecido; traspasar los dineros de la jubilación de manos privadas al Estado, para disponer de fondos que rescaten a los pobres capitalistas que, así como ganaron millones cuando el neoliberalismo era "el fin de la historia", ahora necesitan al Estado para sobrevivir; sustituir a la Corte Suprema adicta al menemismo, mientras el Consejo de la Magistratura controla con mayoría oficial el Poder Judicial (¿independiente? ¿de qué? ¿para qué o para quiénes?); embanderar gestiones de gobierno con la “distribución de la riqueza”, al tiempo que el matrimonio que se sucede en el sillón de Rivadavia obtiene, en esos períodos, un enriquecimiento de 28 millones de pesos (160 por ciento), y suma 41 propiedades, según su última declaración jurada.
Tibio reformismo, o la contradicción de la nueva lógica de la política que al final no era más que la vieja lógica (y con los mismos actores) maquillada de neoprogresismo. Y las contradicciones, tarde o temprano, se dirimen para alguno de sus lados. Alguna de las dos caras de la moneda queda dispuesta para que todos la vean, reluciente, aunque esté manchada por años de usos y desusos, y la otra mira en adelante al suelo, desilusionada por la oportunidad perdida. Para ser más concretos, lo que queda, en definitiva, cuando los gobiernos con máscara de centro-izquierda pero pasado y presente de favorecer a grandes corporaciones, de clientelismo y populismo en vano, de idas y venidas en política exterior, desnudan ese pasado hecho carne en el presente, y pierden en el discurso y en el campo de las políticas reales con los sectores más reaccionarios, es la chance de éstos últimos de avanzar a fondo, y así los ciclos de auge y retroceso del capitalismo se institucionalizan y se plasman en las esferas de la superestructura, con mayor fuerza en épocas de crisis.
El 28 de junio, el avance de algunas derechas vernáculas fue un síntoma de los tiempos que vienen. El oficialismo, ligado por varios canales (económicos, políticos y, si se quiere, de clase) a los representantes de esos sectores (peronistas y no peronistas, pero casi todos parte del cambalache que, post muerte del General, sus discípulos fueron practicando y enseñando como el camino para hacer política, hasta hoy), les abrió la puerta grande a muchas de ellos: en realidad, nunca tocó demasiado sus intereses, y los embates discursivos rara vez fueron más que eso. La conciliación de clases en el marco de un capitalismo de amigos donde nunca faltan variadas sospechas de corrupción suena tan contradictorio como el sistema mismo, y en algún momento cae por su propio peso, dando lugar al capitalismo más salvaje, el que no tiene pudor en actuar con toda su crudeza, su injusticia, su inhumanidad, ante la falta de un consenso social amplio -al menos en Argentina- en favor de alternativas que respondan a aquellas contradicciones con un modelo de distribución real de las riquezas naturales y de los medios de producción social. Como sea, no hay que olvidar el rol fundamental que el aparato propagandístico-mediático de las grandes empresas de comunicación juega para que unas u otras derechas se vayan alternando (imponiendo entre sí), según las circunstancias.
Hace exactamente medio siglo, cuatro años después de que la autodenominada Revolución Libertadora derrocara “al Régimen”, Álvaro Alsogaray anunció por el canal oficial un plan de ajuste: “Muchos años de desatino y errores nos han conducido a una situación muy crítica. Es muy difícil que este mes puedan pagarse a tiempo los sueldos de la administración pública. […]. Todavía seguiremos por algún tiempo la pendiente descendiente que recorremos desde hace ya más de diez años. […]. Las medidas en curso permiten que podamos hoy lanzar una nueva fórmula: ‘Hay que pasar el invierno’”. La administración de Arturo Frondizi giraba explícitamente aquel 28 de junio de 1959 hacia el Norte, y empezaba a adoptar todas las medidas posibles para que ese ajuste lo pagaran, cuando no, los trabajadores, y el nacionalismo desarrollista pasara a ser, cuando no, sólo una linda consigna.
Alsogaray, quien varios años más tarde propuso un monumento a Jorge Rafael Videla, defendió al marino acusado de crímenes de lesa humanidad Alfredo Astiz como “un héroe” y aseguró que “no hubo torturas en la ESMA”, murió en abril de 2005. Entretanto, creó la Unión del Centro Democrático (UCeDé), un partido de la derecha hoy marginal. No obstante, la idea de acción política reflejada en su frase fue reflotada durante varios inviernos, augurada en otoños, olvidada durante cortos veranos y creída enterrada durante una primavera... que no tardó en devenir invierno. Y ahora nos agarra otra vez, desprevenidos a unos, relamiéndose a otros, con modelos alternativos todavía en construcción a los que han optado por combatir la injusticia social desde afuera del cambalache. En estos meses, las estufas y frazadas no alcanzan a cobijar a todos. Por si acaso, las millones de familias a las que no alcanzó (ni alcanzará) el derramamiento o distribución de la riqueza (el vaso que –no- “derrama” o –ni- “distribuye” es siempre el mismo, pintado de distinto color según la ocasión) deben pagar para pasar el invierno una garrafa más costosa que los favorecidos por la red de gas, y por si acaso también tributan el mismo IVA en cada producto de la canasta básica, que el de los consumidores más adinerados. Fríos datos anecdóticos en esta temporada de pingüinos que se va extinguiendo, dejando paso al sobrevuelo rampante de ciertas aves de rapiña.
Tras seis años de una gestión que arrancó abriéndose del peronismo a la transversalidad (transversalidad que, dicho sea de paso, incluyó a un vicepresidente radical, hoy figurita mostrada hasta el hartazgo por una oposición menos brutal pero en algún punto tan peligrosa como lo podría ser Alsogaray, y transversalidad que un día alcanzó también al ex carapintada Aldo Rico), el jefe máximo de la tropa se replegó en su verdadera base, el aparato del PJ, y entonces muchos aliados se fueron, y otros, dentro de ese mismo aparato, entendieron que el cuarto de hora del jefe ya había pasado, y que quizás algún viejo caudillo podría volver a ejercer el padrinazgo de este armado en constante rearmado, donde los mismos elementos pueden mezclarse en el mismo lodo durante décadas y siempre quedar bien acomodados.
Elementos desgastados, que cambian ropaje cuando es necesario, se sacan una careta y se ponen otra según el acto que haya que protagonizar, mientras desde arriba unos cuantos (pero no tantos) caudillos, de la mano de otros tantos (otra vez, no tantos) grupos económicos siguen manejando los piolines: se llevan las riquezas naturales, pugnan sin cesar por la apertura cada vez mayor del mercado, su Dios, y despliegan sus consignas en las portadas de los principales holding de medios. ‘Los empresarios reclaman reglas del juego claras’, título principal en la portada de Clarín, el 19 de julio; ‘El campo quiere reunirse a solas con el gobierno’, titulo principal, en la portada de Clarín, un día después. Estas son las noticias por ahora. Las reglas del juego, ése en el que los ganadores y perdedores se saben de antemano, aunque los roles sepan a veces confundirse, se habían desvirtuado un tantito, parece.
Ahora, antes de que pase el invierno, mientras los que han sido excluidos no tengan como defenderse del frío, se vendrá la andanada de la reacción, y el contradictorio neoprogresismo no tendrá como pararla, o quizás le convenga más no intentarlo. Y cuando el invierno pase (porque “todo pasa”, como supo decir otro conocido padrino, al mando de una de las ramas que mueve más plata, acá y en el resto del mundo), habrá que estar preparados para no volver a caer engañados con falsas primaveras, cuyas flores no tardan en delatarse descoloridas y marchitas. Las verdaderas primaveras de los pueblos no serán las cooptadas por falsos adalides de “lo nacional y popular”, si no que serán pura propiedad colectiva de esos pueblos, preparados y dirigidos hacia la emancipación, definitiva o no, pero preludio de un largo verano en el que florezcan la igualdad y la solidaridad, y queden sepultadas las más dañosas semillas de los inviernos pasados.

Transcurrieron las elecciones. No hay más disparos. Llegó el diálogo, pero todavía se están acomodando las piezas. Los que eran aliados antes de los comicios ahora se alejaron y una de las partes apunta a hegemonizar el aparato de poder más importante, que está en el gobierno, en la oposición y en todos lados, mientras que los que están en el gobierno mutan de la confrontación al aperturismo y buscan no perder la estabilidad después de que parte de la tropa, desde 2003 bajo su mando, le diera ahora la espalda, tijeras mediante, y se alineara bajo alguna de las otras alas, que sin embargo en 2003 diera el espaldarazo para que llegara al poder el binomio que ahora intenta llegar a 2011 lo menos herido posible, abriendo las puertas de la Rosada a quienes en los discursos de campaña fueron sus más acérrimos enemigo. Peronismo puro, del que Perón (al menos uno de los Perón, el primero, seguramente) quizás no simpatizaría mucho.
Detrás (o adelante... ¿quién maneja la batuta en las democracias liberales burguesas?), vienen los industriales, los millonarios empresarios del agro, los grandes medios de comunicación... reclamando devaluación, insistiendo con cada vez menos controles a las exportaciones, defendiendo con uñas y dientes el decreto-ley de radiodifusión firmado por Videla, Harguindeguy y Martínez de Hoz. Y ya no hay discurso progre que pueda defender con demasiado mérito los pasos adelante dados desde 2003. El vaciamiento de la política impregnado por el proyecto continental de las dictaduras terroristas de los setenta, impulsadas éstas desde Washington, todavía deja secuelas que no se remedian con un par de madres de plaza de mayo en un palco oficial. No es poco, pero es insuficiente.
Proclamar la guerra a las patronales agropecuarias, mientras se aprovecha la bonanza de la soja para hacer caja, y “el yuyito” se extiende sin piedad por lo largo y ancho del suelo patrio; descolgar los cuadros de los genocidas Videla y Bignone en el Colegio Militar, mientras las fuerzas de seguridad del Estado llevan aniquiladas más de mil personas en estos seis años, la mayoría jóvenes en situación de pobreza, y un testigo del juicio a otro genocida, Miguel Etchecolatz, está desaparecido; traspasar los dineros de la jubilación de manos privadas al Estado, para disponer de fondos que rescaten a los pobres capitalistas que, así como ganaron millones cuando el neoliberalismo era "el fin de la historia", ahora necesitan al Estado para sobrevivir; sustituir a la Corte Suprema adicta al menemismo, mientras el Consejo de la Magistratura controla con mayoría oficial el Poder Judicial (¿independiente? ¿de qué? ¿para qué o para quiénes?); embanderar gestiones de gobierno con la “distribución de la riqueza”, al tiempo que el matrimonio que se sucede en el sillón de Rivadavia obtiene, en esos períodos, un enriquecimiento de 28 millones de pesos (160 por ciento), y suma 41 propiedades, según su última declaración jurada.
Tibio reformismo, o la contradicción de la nueva lógica de la política que al final no era más que la vieja lógica (y con los mismos actores) maquillada de neoprogresismo. Y las contradicciones, tarde o temprano, se dirimen para alguno de sus lados. Alguna de las dos caras de la moneda queda dispuesta para que todos la vean, reluciente, aunque esté manchada por años de usos y desusos, y la otra mira en adelante al suelo, desilusionada por la oportunidad perdida. Para ser más concretos, lo que queda, en definitiva, cuando los gobiernos con máscara de centro-izquierda pero pasado y presente de favorecer a grandes corporaciones, de clientelismo y populismo en vano, de idas y venidas en política exterior, desnudan ese pasado hecho carne en el presente, y pierden en el discurso y en el campo de las políticas reales con los sectores más reaccionarios, es la chance de éstos últimos de avanzar a fondo, y así los ciclos de auge y retroceso del capitalismo se institucionalizan y se plasman en las esferas de la superestructura, con mayor fuerza en épocas de crisis.
El 28 de junio, el avance de algunas derechas vernáculas fue un síntoma de los tiempos que vienen. El oficialismo, ligado por varios canales (económicos, políticos y, si se quiere, de clase) a los representantes de esos sectores (peronistas y no peronistas, pero casi todos parte del cambalache que, post muerte del General, sus discípulos fueron practicando y enseñando como el camino para hacer política, hasta hoy), les abrió la puerta grande a muchas de ellos: en realidad, nunca tocó demasiado sus intereses, y los embates discursivos rara vez fueron más que eso. La conciliación de clases en el marco de un capitalismo de amigos donde nunca faltan variadas sospechas de corrupción suena tan contradictorio como el sistema mismo, y en algún momento cae por su propio peso, dando lugar al capitalismo más salvaje, el que no tiene pudor en actuar con toda su crudeza, su injusticia, su inhumanidad, ante la falta de un consenso social amplio -al menos en Argentina- en favor de alternativas que respondan a aquellas contradicciones con un modelo de distribución real de las riquezas naturales y de los medios de producción social. Como sea, no hay que olvidar el rol fundamental que el aparato propagandístico-mediático de las grandes empresas de comunicación juega para que unas u otras derechas se vayan alternando (imponiendo entre sí), según las circunstancias.
Hace exactamente medio siglo, cuatro años después de que la autodenominada Revolución Libertadora derrocara “al Régimen”, Álvaro Alsogaray anunció por el canal oficial un plan de ajuste: “Muchos años de desatino y errores nos han conducido a una situación muy crítica. Es muy difícil que este mes puedan pagarse a tiempo los sueldos de la administración pública. […]. Todavía seguiremos por algún tiempo la pendiente descendiente que recorremos desde hace ya más de diez años. […]. Las medidas en curso permiten que podamos hoy lanzar una nueva fórmula: ‘Hay que pasar el invierno’”. La administración de Arturo Frondizi giraba explícitamente aquel 28 de junio de 1959 hacia el Norte, y empezaba a adoptar todas las medidas posibles para que ese ajuste lo pagaran, cuando no, los trabajadores, y el nacionalismo desarrollista pasara a ser, cuando no, sólo una linda consigna.
Alsogaray, quien varios años más tarde propuso un monumento a Jorge Rafael Videla, defendió al marino acusado de crímenes de lesa humanidad Alfredo Astiz como “un héroe” y aseguró que “no hubo torturas en la ESMA”, murió en abril de 2005. Entretanto, creó la Unión del Centro Democrático (UCeDé), un partido de la derecha hoy marginal. No obstante, la idea de acción política reflejada en su frase fue reflotada durante varios inviernos, augurada en otoños, olvidada durante cortos veranos y creída enterrada durante una primavera... que no tardó en devenir invierno. Y ahora nos agarra otra vez, desprevenidos a unos, relamiéndose a otros, con modelos alternativos todavía en construcción a los que han optado por combatir la injusticia social desde afuera del cambalache. En estos meses, las estufas y frazadas no alcanzan a cobijar a todos. Por si acaso, las millones de familias a las que no alcanzó (ni alcanzará) el derramamiento o distribución de la riqueza (el vaso que –no- “derrama” o –ni- “distribuye” es siempre el mismo, pintado de distinto color según la ocasión) deben pagar para pasar el invierno una garrafa más costosa que los favorecidos por la red de gas, y por si acaso también tributan el mismo IVA en cada producto de la canasta básica, que el de los consumidores más adinerados. Fríos datos anecdóticos en esta temporada de pingüinos que se va extinguiendo, dejando paso al sobrevuelo rampante de ciertas aves de rapiña.
Tras seis años de una gestión que arrancó abriéndose del peronismo a la transversalidad (transversalidad que, dicho sea de paso, incluyó a un vicepresidente radical, hoy figurita mostrada hasta el hartazgo por una oposición menos brutal pero en algún punto tan peligrosa como lo podría ser Alsogaray, y transversalidad que un día alcanzó también al ex carapintada Aldo Rico), el jefe máximo de la tropa se replegó en su verdadera base, el aparato del PJ, y entonces muchos aliados se fueron, y otros, dentro de ese mismo aparato, entendieron que el cuarto de hora del jefe ya había pasado, y que quizás algún viejo caudillo podría volver a ejercer el padrinazgo de este armado en constante rearmado, donde los mismos elementos pueden mezclarse en el mismo lodo durante décadas y siempre quedar bien acomodados.
Elementos desgastados, que cambian ropaje cuando es necesario, se sacan una careta y se ponen otra según el acto que haya que protagonizar, mientras desde arriba unos cuantos (pero no tantos) caudillos, de la mano de otros tantos (otra vez, no tantos) grupos económicos siguen manejando los piolines: se llevan las riquezas naturales, pugnan sin cesar por la apertura cada vez mayor del mercado, su Dios, y despliegan sus consignas en las portadas de los principales holding de medios. ‘Los empresarios reclaman reglas del juego claras’, título principal en la portada de Clarín, el 19 de julio; ‘El campo quiere reunirse a solas con el gobierno’, titulo principal, en la portada de Clarín, un día después. Estas son las noticias por ahora. Las reglas del juego, ése en el que los ganadores y perdedores se saben de antemano, aunque los roles sepan a veces confundirse, se habían desvirtuado un tantito, parece.
Ahora, antes de que pase el invierno, mientras los que han sido excluidos no tengan como defenderse del frío, se vendrá la andanada de la reacción, y el contradictorio neoprogresismo no tendrá como pararla, o quizás le convenga más no intentarlo. Y cuando el invierno pase (porque “todo pasa”, como supo decir otro conocido padrino, al mando de una de las ramas que mueve más plata, acá y en el resto del mundo), habrá que estar preparados para no volver a caer engañados con falsas primaveras, cuyas flores no tardan en delatarse descoloridas y marchitas. Las verdaderas primaveras de los pueblos no serán las cooptadas por falsos adalides de “lo nacional y popular”, si no que serán pura propiedad colectiva de esos pueblos, preparados y dirigidos hacia la emancipación, definitiva o no, pero preludio de un largo verano en el que florezcan la igualdad y la solidaridad, y queden sepultadas las más dañosas semillas de los inviernos pasados.
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