Por Lucas
¿Con que se apaga lo angustioso de la duda? La última vez que lo conseguí no fue con una respuesta, al decir verdad el titubeo se disipó cuando, decidido a que lo mejor que podía llegar a pasar era equivocarme, alcancé a incorporarme de un estado óptimo de conciencia atroz para tropezar con el camino a seguir.
Y me fui por lo consecuente de mis venas que encausaban algún tipo de sentimiento adiestrado en que siempre habrá oportunidad para que surjan otros escenarios que nos hagan vacilar.
Lo cierto es que aquella vez la sentencia se trepó a tu sugestión, asfixiando a la duda hasta aliviar un vanidoso instante que no se vende ni se regala, pero que suelen ganar de mano los que frecuentan el arte de este escolazo.
Como un punto rojo en la pared, el cual no puedo ignorar aunque abandone mi precario trofeo de condición liberal, voy alcanzando en el enfoque involuntario lo que no supe evadir.
Es fácil trepar por los mares cuando todo es inesperado, le voy susurrando a mi pensamiento: “repudio conocer que tan lejano esta el fondo”, mientras trago sin masticar a mi ilusión, giro para no darme cuenta lo profundo que me dejarás sumergir.
En la costa ostentan distinguir un océano infinitamente desolado, desde mi sueño, que es un pliego arrugado, voy flotando, ya se ven las olas rasgar la sedentaria arena que aspira a confundir mi huella, entonces, ¿Cómo ganarle al deseo sin mojarse estando tan cerca?.
Tirando del contraste de los años, al igual que las quimeras, voy encontrando el bálsamo en el hábito, noté que no flotaría y zambullí mi cuerpo tras aquel punto rojo en la pared. Pretendía mirarlo y se escondía tras las olas, pero parpadeé hasta volverlo a descubrir.
Y todo va pasando mientras en algún lado, desde fuera, espera impaciente el desenlace, por ahora el cínico sirimiri de la piedad no deja secuela en él, mientras fantasea con haber sido prologo, aprende a sobrellevar el final en si mismo. Pero no tardará el tiempo en empujarlo por el horizonte de la indiferencia, dispuestos están los soplos del destino para echarle un cable a los juguetes perdidos. El disléxico olvido , confunde las consonantes de la memoria, su oficio es el de extraviarte en ráfagas mientras va mirando temerariamente un reloj que siempre atrasa.
Apuraste a tu lengua por convencer a un persuadido, por las calles de tu reflexión se ofertan lagrimales sin razón, mientras te escondías en algún hueco de tu inquieta seguridad. No hay promesas más aburridas que las que mueren en pretextos. Porque el único final es arrancarte de éste hastío.
No soy el único perro que contempla la vigencia del pasado en blanco y negro mientras se trastocan el sido con el es. Sin reacciones no hay ningún otro lugar que el presuntuoso desencuentro de dos desconocidos.
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