domingo, 6 de marzo de 2011

Papel



Si, como se ve, soy un papel. No uno de esos de envoltorio, tampoco un folio, ni siquiera de periódico… soy tan sólo un papel.  Hace un tiempo fui ladeado por mis pliegos,  se trata de esos rincones del alma que el día frunce, pero que al llegar la noche concluyen en cortes.
Hoy, yace en mí una complexión remendada, un cuerpo de cicatrices y  arrugas arcaicas. No elegí ser un papel, simplemente lo soy, nunca se trató de escoger, se es y se aprende a confiar en estos pies, los que configuran algunos pasos.
Hace tiempo que soy un papel en la calle, camino con el viento por la avenida, no recuerdo ni para quien, ni para que pude servir… o será que siempre fui el resto de algo, de algo que ya no está. Muchas veces me barren y hasta llegan a dibujar en mí, aunque es cierto, la mayoría de las veces mi presencia se debate entre ser pisada u olvidada.

Veo a los otros papeles, los cuales creen ser importantes, ataviando su piel con palabras que le dan sentido a algo pasajero; Mi querido amigo, la tinta es efímera porque realmente vale la pena. Otros de nosotros circulan abrazados a caramelos perecederos. Pobres papeles, todavía no saben que el precio de nuestra longevidad es la soledad. Ver  alejarse a todo lo que fuimos, a todo en lo que nos hemos proyectado. Dejar de valer, y ser relegados a las sombras que vagan entre el extravío y lo superfluo.
Alguien se comerá ese caramelo;  es que no se enteran! no nos quieren a nosotros!, alguien se comerá ese caramelo y tirara el papel. Sólo algunos, unos pocos, burlaran el destino colectivo, y serán guardados para amparar un recuerdo, durmiendo entre los bastidores de un libro que incluso,  adorna algo que ya pasó, pero sigue siendo ofrecido en repisas y bibliotecas caseras, se lo exhibe en el  escaparate de lo inanimado, como si de un trofeo se tratara, las recompensas viven inertes. Alguna vez ese libro también tuvo vida, hubo un día que fue concebido con el vigor de la creación, y ahora allí con un papel dentro, tomado para ocultárselo al tiempo, detentado por un instante posesivo, pero instante al fin… ¿acaso vale la pena vivir así?.

La brisa de esta mañana me arrastró hasta el río, la corriente,  mecedora constante,  agarró mi mano y partió conmigo de viaje, un viaje que no hunde y sin embargo me hace frágil, una debilidad buscada tal vez, sentirme endeble después de tanto tiempo, sentir luego de tanto, de tanto desuso, ahorro y omisión,  la verdad es que no está nada mal, un goce de agotamiento hacia el bienestar que atraca en la tranquilidad. Quizás no exista otro infierno que padecer el olvido, probablemente la única forma de relegarlo sea abandonar  este compromiso, ¿hasta dónde me podrá conducir el rio? Ya no me siento papel, ya no me ves.

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