viernes, 30 de abril de 2010

Un cuaderno blanco entre las manos

A MATÍAS VERNENGO, POETA (1963-2010)


Por Jorge Rivelli [..Pensé en vos y en algunos de tus poemas]

(Por josé maría pallaoro )


Un cuaderno blanco entre las manos

Pensé en vos y en algunos de tus poemas.
Un día en el Parque Rivadavia
conseguí un disco de Ten Years After
y algunas revistas del peronismo revolucionario.
Vos estabas preocupado por cuestiones del espiniyo,
si era mejor garamond o times, ese tipo de cosas.
Yo solo quería conseguir un tocadiscos
y volver a casa.

Hace un rato Jorge me dio la noticia.
Le digo que días atrás pensé en vos
y en algunos de tus poemas.

Al colgar el teléfono, ella me dice
que tal vez pasaste a despedirte.

Pero yo no creo en esas cosas,
aunque en este momento quisiera,
porque significaría que andás por algún lado,
de caminata, con un cuaderno blanco entre las manos.





(Por santiago espel)


bitácoras

No vamos a caer ahora en la estupidez
de decir que el agujero ya estaba en la sien
esperando la bala
que la riña de gallos sangraba en tu risa
abierta como el filo de un cuchillo de canto.

Vamos por la imagen tan última como próxima
del martillo sobre el yunque, la navaja sobre la hoja,
la copa negra sobre el fondo blanco.

Los lavados ojos del poeta bajo el sol crispado.







( Por alejandra mendé )


La huella

En la arena todo lo barre el viento.
Incontables granos corren, se deslizan a otra parte y deshacen la marca.
Una simple raya o dos, o un círculo, o un punto.
Algo menos simple, puede ser, un espiral.
Complicarlo con rayas, curvas. Ay! El espiral se agranda se amplía en paralelo, desde la curvatura del punto inicial hasta el movimiento detenido.
Algo deja de ocurrir, algo se corta.
Sobre la piedra todo da mucho más trabajo, tiene mayor permanencia.
No es como en la arena. Pero si la arena está mojada, por ejemplo,
si la mojo una y otra vez, la huella se mantiene.
Hay quienes dejan marcas sobre las rocas
y hay quienes piensan cómo hacer para que la humedad dure más.
Otros se conformaron con el barro sereno en un paisaje
menos violento que el de las orillas del mar y también marcaron el suelo.
Notaron que el sol secaba y endurecía la huella que quedaba dura como una piedra. Por eso llevaron barro a sus arboledas.
¡Vieran las maravillas que podían hacer con un bollo de lodo!
Ya no solo marcas sino huecos y guijarros, puntas y bordes.
También huellas, sí, líneas, rectas y curvas sobre pedazos de suelo recortados: signos secos y endurecidos al calor del sol.

Y todo esto… que sucedió en un solo día, no sé cual, cambió tu mundo.

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