jueves, 1 de enero de 2009

Subte 7.30


(Lucas Rivelli)

Hace un par de días caí, raro al no venir a cuento, debió haber sido la hora, 7:30 Am, por más que el esfuerzo para lograr el tandem despertar-e-incorporarse no sea realmente peliagudo, reconozco que en la franja horaria 6,30 am a 8 am, uno pocas veces se entera de algo, oye cosas que no escucha, ve cosas que no mira, etc... Como si para el mundo de lo real uno exista impenetrable y espeso, como un cuerpo que sólo atina a trasladarse de un punto a otro, lo más parecido a un ente.

Lo curioso es que es un momento donde la mente, involuntariamente apartada del contexto, se distrae en lo análogo, y logra, sin buscarla, eludir a la negativa corporal. Pues entonces se dispone a incorporar información en su inconsciente, para que luego con el correr del día, dicha recopilación, retorne al plano de lo real, propagándose de manera cíclica, sin recordar el estreno y ahuyentándose del final.

Tal vez, la música, sea la institución que muestra mayor facilidad a la hora de corromper, subliminal o literalmente, a nuestras mentes, y capaz lo logra por trascender las dimensiones del tiempo y el espacio, atropellando por medio de melodías a la realidad con fantasías, o mamarrachando con ironías la cruda sugestión de la vida, ese afán de jugar en ambas calles la hace sugerente y resbaladiza.

Por ello, a las 7,30 Am los cinco sentidos, heterogéneos entre si, se anestesian para reaparecer, una vez más, homogéneos y dispuestos a percibir lo abstracto de la circunstancias. A modo de ejemplificar lo explayado cuento con las canciones que escuchamos a estas horas, restos armonías lejanas (que suenan casi en mono), sonidos confusos que mezclados con nuestra imaginación rescatan canciones populares, estos registros son apenas captados por escasos segundos pero afloran luego, tal vez por la noche antes de acostarnos, o a media mañana, o segundos después, regresan como una muletilla que tararearemos una y otra vez, y así fue.

Subí al subte en el que sería el primer vagón si fuera en dirección contraria, no me molesté siquiera en intentar encontrar un asiento libre ya que solo suponía trasladarme un par de estaciones, encontré mi lugar apoyado contra uno de los ángulos que forman las paredes del convoy, de lado de la puerta. De pronto un niño de unos ocho años, vestido de azul y no muy agraciado en su peinado, comienza a jugar con una moneda, la trasladaba por el aire desde su mano derecha a su mano izquierda, emulando una especie de nave ínter-espacial procedente del planeta Marte, no, más bien de Júpiter. Su madre, que iba sentada a su lado, demostraba una capacidad instruida para ignorar totalmente al niño, capacidad que seguramente fue desarrollando por el cansancio recogido día tras día, viaje tras viaje, al ver que el niño se jactaba en demostrar cierta timidez a la obediencia. Volviendo al juego, el joven borrego continuaba, cada vez que la moneda conciliaba el vuelo exclamaba “maaaamiiii!!!!!!!”, encontrando nula respuesta en ella. Yo, que hasta entonces existía como podía en un rincón del vagón, me vi cercado en una especie de hipnosis por las acrobacias de aquella divisa. En aquel momento, comencé a seguir el ritmo de su juego con mi pie derecho, de repente la moneda esquivó la mano derecha, al decir verdad no fue la facultad de los 20 centavos la que se recrea en gambetear objetos o cuerpos extraños, sino la torpeza del niño en no agarrarla. Fue entonces que, antes de encontrar el suelo del metro, la moneda desvió su trayectoria por golpear uno de los parantes de metal que se hallan de lado de la fila de asientos, esa suma de situaciones: “maaaamiiii!!” del niño, el golpe de la moneda en el frió caño de metal, el sonido atragantado que ejecutó al estrellarse en la alfombra de goma que recubre el suelo del vagón, todo esto sumado a la persecución rítmica de mi pie derecho (y algún otro sonido común de viajar bajo tierra, como por ejemplo el de la sierra de carnicero que suele realizar el Subte).

Todo esto rompió el hechizo, y desperté, con una canción en la mente, la cual comencé a repetir, incansablemente fluyeron las estrofas desde las profundidades del recuerdo que carece de periodo o lugar, el típico viaje sin destino que nació primero dentro de mi, luego llego a mis labios y mi garganta le puso voz, decía así:

E-----------------------------------------------------
B-----------------------------------------------------
G-----4-----------------------4-----------------------
D--------4-----------------------4--------------------
A--2--------2--------2--5--2--------2--------2--0--5--
E--------------2--5--------------------2--5-----------



Money, get away.
Get a good job with good pay and youre okay.
Money, its a gas.
Grab that cash with both hands and make a stash.
New car, caviar, four star daydream,
Think Ill buy me a football team.

Money, get back.
Im all right jack keep your hands off of my stack.
Money, its a hit.
Dont give me that do goody good bullshit.
Im in the high-fidelity first class traveling set
And I think I need a lear jet.

Money, its a crime.
Share it fairly but dont take a slice of my pie.
Money, so they say
Is the root of all evil today.
But if you ask for a raise its no surprise that theyre
Giving none away.

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